
Con esta presentación empieza la crónica sobre boliches tradicionales en Montevideo, en una recorrida donde un grupo de amigos se ha puesto como desafío investigar cuántos quedan todavía de aquellos que los nostálgicos recuerdan.
Las ciudades tienen memoria en la medida en que sus habitantes la cultiven, la protejan y la desarrollen. Esta memoria popular se expresa de muchas formas, desde la tradición oral, la narrativa popular, o un cancionero tristón que por estas latitudes se refugia en tangos, murgas y candombe.
Montevideo tiene parte de su memoria atrincherada en los pocos boliches que van quedando, prendidos a la ciudad como abrojos en un combate desigual contra las modas y caprichos del progreso.
Lo curioso es que estos bastiones de penas, desamores, amistades compartidas se han transformado en lugares invisibles para la mayoría. Atrapados por la rutina laboral, el vértigo de los horarios, las grandes superficies comerciales, somos, al decir de Alessandro Baricco, “bárbaros surfistas de la realidad“. Nuestro paradigma es “deslizarnos por la superficie”… nada nos detiene, lo importante es fluir… y así vamos.
En cambio, la propuesta del boliche auténtico, no la de esos de fusión tan modernos como efímeros, es totalmente opuesta. Bastará traspasar la puerta para darnos cuenta de que el tiempo se ha detenido. Notable mecanismo que hace revivir viejas fotografías, antiguos avisos publicitarios, historia que desde los muros intenta denunciar al olvido.
Gardel, algún pingo ganador, Benedetti, el equipo del barrio, la chica del calendario… todos integran la variopinta memoria de las paredes de esos boliches montevideanos donde reinan el mármol, la madera y en muy pocos el estaño. Todos con sus ángeles de la guarda acodados al mostrador, sonrientes entre el asombro y la incredulidad frente a nosotros, irreverentes visitantes.
La aventura de volver a recorrerlos, a jugar nuevamente a ser infieles golondrinas de una noche, plantea el paralelo con la obra de Italo Calvino “Las ciudades invisibles”, donde un Marco Polo aventurero le cuenta al mongol Kublai Kan, atrapado en su palacio, los secretos de las maravillosas ciudades de su imperio, que jamás conocerá.
La Luz, el Monteverde, Montevideo Sur, el Coruñés, el Hacha y tantos otros serán a través de nuestros relatos la Maurilia, la Fillide, una Ottavia, o la Aglaura … lugares donde la realidad y la fantasía coquetean regadas con grappa miel, medio y medio, ginebra, una con limón y amarga.