
Hace casi 50 años, en la madrugada del 5 de agosto de 1962 fue encontrada Marilyn Monroe muerta sobre la cama, con varios frascos de remedios vacíos a su lado. Desde ese día, la hermosa actriz se convirtió en leyenda. Falleció a los 36 años por una sobredosis de barbitúricos. La teoría más aceptada sostiene que se trató de un suicidio, pero otros creen que fue un asesinato.
Lee Strasberg pronunció las siguientes palabras de despedida: “No puedo decirle adiós a Marilyn, nunca le gustaba decir adiós. Pero adoptando su particular manera de cambiar las cosas para así poder enfrentarse a la realidad, diré ‘hasta la vista’. Porque todos visitaremos algún día el país hacia donde ella ha partido”
Su fama sigue intacta, y se ha convertido en un icono al que intentan imitar muchas mujeres. Pensemos en la cantidad de actrices y modelos que copian su estilo, sus ondas rubias, su actitud de muñeca, sus labios rojos y sensuales, el delineador de ojos. La chica dorada de Hollywood sigue dando que hablar, y es una fuente de inspiración y misterio para millones de personas. La historia a menudo la relaciona con el papel de trágica víctima, rubia objeto sexual a merced de los hombres. Lo extraño, es que también en las mujeres genera empatía y ternura, lo que no suele suceder en las divas que se convierten en sex symbol. De alguna forma, ella supo combinar en su persona, una mujer sensual y explosiva, y al mismo tiempo una niña desvalida y necesitada de afecto. Quizá es eso lo que la convierte en alguien especial y por eso mantiene su vigencia. También su muerte trágica, cuando todavía era joven y bella, ayuda a congelarla en el tiempo, hermosa e intocable.
Norma Jeane Baker era su nombre verdadero. Representa un cierto modo de supervivencia americano. La persona que se hizo a sí misma, como a ellos les fascina. Surgida de la nada más absoluta, se topó con personas o circunstancias que le transformaron, y tuvo que avanzar. Es la heroína norteamericana por antonomasia. Y la convirtieron en Marilyn Monroe.
Fue “Miss Sueños Dorados” en 1949. Una niña inocente, llena de miedos y de fantasmas y de traumas infantiles -la locura de su madre, el rechazo de su padre, el abandono. El primer marido de Norma Jeane la conoce cuando ella apenas tiene quince años; un mes después de cumplir los dieciséis se casan. Es sensual desde la adolescencia. Su camino a partir de eso es más conocido: los cinco maridos, los divorcios, abortos, intentos de suicido, éxitos cinematográficos. El glamour de Hollywood y el éxito, que no impide que sus fantasmas la sigan rondando.
“Estoy tan sola. No entiendo por qué estoy tan sola cuando he querido a tanta gente. Quise a las chicas del orfanato, ¡mis hermanas!…, mis únicas amigas. Pero las he perdido a todas. Mi madre apenas si me reconoce. Mi padre me escribe, pero guarda las distancias. ¿Soy una leprosa? ¿Un monstruo? ¿Una maldición? Los hombres dicen que me aman, pero ¿a quién aman? A Marilyn”
Quizá lo que la hace tan inolvidable, además de su legendaria belleza, es esa combinación del glamour, el éxito y la fama, rozando tan de cerca lo oscuro, los miedos y las angustias. Nada es blanco o negro en ella, la cima y el abismo la rondaron todo el tiempo. Eso es lo que la ha hecho tan humana, tan cercana a las miserias cotidianas. Y de esa base es que se construyen los mitos.